EL JUDO, UN DEPORTE DE EQUIPO
A menudo
escuchamos que una de las razones principales para apuntar a l@s hij@s en
disciplinas tales como el baloncesto, el fútbol, etc., a saber, los así
llamados “deportes de equipo”, es precisamente el hecho de que en este tipo de
deportes a priori aprenden a jugar en equipo, a compartir, a
relacionarse más con l@s compañer@s...
Esto se destaca
como argumento frente a la práctica de los “deportes individuales”, entre
ellos, el nuestro, el judo. Parece como si el concepto de equipo o de
pertenencia a un grupo no se fomentara igualmente, ya que los “partidos” de
judo son combates de un individuo frente a otro.
Pero el concepto
de equipo no se basa únicamente en jugar partidos varias personas juntas y que
el equipo se lleve la derrota o la victoria como ente único. En el ciclismo
todos los equipos tienes sus líderes, para l@s que trabajan tod@s y
cada un@ de sus compañer@s en una parte definida de la carrera, incluso
cediendo su bicicleta en caso de avería. Si el o la líder consigue un puesto de
honor, el nombre del equipo solo aparece abreviado junto
al nombre completo de l@s primer@s en meta.
Algo similar pasa
en el judo. Si hay alguien que destaca, algun@s compañer@s funcionan en
momentos del entrenamiento de sparring, todo el club está detrás de sus
competidor@s en cada combate apoyando y un largo etcétera. Tampoco debemos
olvidar que el judo es un arte marcial de contacto; es decir, si no tenemos
compañer@ para el entrenamiento, no nos queda más que practicar muchas cosas en
solitario, el llamado tandoku
renshu, el cual, aun siendo importante, no
puede ser el pilar principal de nuestra preparación, sino que el entrenamiento nos
debe permitir realizar las técnicas con un o una compañer@. En resumidas
cuentas, nos necesitamos un@s a otr@s.
Este sentimiento
de formar parte de algo no deja de ser una “ficción legal”, como define
magistralmente el historiador Yuval Noah Harari en su libro, el bestseller
“Sapiens: de animales a dioses”. Una empresa, un
club, un equipo, todos ellos no dejan de ser “invenciones de nuestra
imaginación colectiva. No puede ser señalada; no es un objeto físico. Pero
existe como entidad legal” (página 43). Pero no solo es una entidad legal, sino
que se crean vínculos emocionales colectivos. Según el autor israelí esta
capacidad de crear ficciones colectivas es lo que diferencia al homo sapiens
de cualquier otra especie. El sentimiento e incluso orgullo de pertenencia
grupal no está muy alejado del zoon
politikon de Aristóteles, como animales políticos en sociedad que somos.
En este sentido, siendo
muy puristas, no habría distinciones relevantes entre ningún deporte, en cuanto
al concepto de equipo o individual. Tan solo sería el formato de las
competiciones y partidos los que marcarían la diferencia, sin olvidarnos de lo
fundamental de dicho formato con sus propias normas y matices.
Curiosamente en un
deporte tan individual como puede parecer que es el judo, el sentimiento de
pertenencia al grupo es tan fuerte, que es muy poco habitual ver a judokas
cambiar de club. Much@s empiezan y acaban su carrera en el mismo club. El
compartir el sudor diario en la extrema cercanía de un deporte de contacto, los
éxitos y fracasos en situaciones de estrés emocional, así como los valores
propios de nuestra noble arte marcial, suelen conducir a una unión extrema
entre entrenador@s y judokas y entre l@s propi@s compañer@s.
En el judo bien se podía aplicar la frase que cierra la desgarradora canción de Pink Floyd, dentro de su álbum “The Wall” - en el contexto histórico del Muro de Berlín: Together we stand, divided we fall, “juntos permaneceremos; divididos caeremos”.
M. Mallo
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