LAS MANOS DEL JUDOKA


Cuando nos presentan a otras personas, solemos caer en estereotipos, patrones que se repiten o primeras impresiones de lo que el otro es o parece que es o de qué trabaja. Si una mujer es muy alta, delgada y bien parecida, la pregunta que surge siempre es si juega al baloncesto o si es modelo. Si un hombre tiene barriga asumimos que es sedentario, sin fijarnos en su tren superior o en sus piernas.  

Por deformación profesional, he de confesar que cuando veo a alguien y, sobre todo, si para mí es obvio que hace deporte, mi cabeza está analizando de qué deporte puede ser. Cuando describo a alguien físicamente, tengo la manía de decir altura y peso estimados y, de tanto insistir en este tipo de cálculo, suelo aproximarme.

También es cierto que hoy en día hay mucha gente que va al gym y realiza ejercicios destinados a ganar volumen, definir, acude por motivos estéticos, para potenciar zonas que estimamos precisamos mejorar, que nos hacen ser más atractiv@s, por estar en forma, por rehabilitación, en definitiva, por mil posibles razones. Hacen mucho ejercicio, pero no son practicantes habituales de ningún deporte concreto. Resulta muy complicado ahí adivinar, aunque se puede deducir de qué deporte no son.

En multitud de ocasiones me han preguntado que si soy de rugby, lucha, si soy albañil, guardaespaldas, portero de discoteca… lo cual demuestra que en realidad muchas actividades y deportes derivan en un físico similar. Pero donde la gente observadora acierta es cuando se fijan en las manos.

Las manos son un elemento diferenciador, ya que nos dan la capacidad de manipular objetos con una destreza mayor que la gran mayoría de los animales.

Las manos pueden trasmitir una cantidad increíble de información. Hay gente que se fija más en los hombros, en la cara, en los pies… pero las manos tienen una plasticidad y dinamismo, que pueden llegar a ser lo primero y casi lo único que ve una persona a primera vista en l@s demás. En el libro 24 horas en la vida de una mujer, del escritor Stefan Zweig, la protagonista dedica páginas a describir las manos de l@s otr@s judogador@s de cartas, sin mirar sus caras y, cómo, de repente su mirada se detiene en las manos de un joven y siguiendo sus movimientos, trata de conocer a esa persona.

Las manos pueden bastar para representar mil sensaciones o incluso convertirse en iconos del arte. Una de mis películas favoritas, “Nosferatu: una sinfonía del horror” (Murnau, 1922), lo es precisamente por una escena de las manos del vampiro, en la que apenas precisamos verlo a él, porque con la simple sombra de sus manos en movimiento se consigue el clímax de esta obra maestra del cine mudo.

Para l@s judokas las manos son nuestras herramientas principales.

A l@s judokas, al igual que se reconoce a much@s boxeador@s por la nariz rota o a l@s atletas de fondo por el tipo de delgadez, o a l@s baloncestistas por la altura y el tipo de hombros, se nos identifica en gran parte por nuestras manos.

Las manos de un / una judoka no son de pianista.

Las manos de un / unja judoka son reflejo de la batalla por los agarres, de la fuerza y control ejercitados para ejecutar nuestra técnica.

El agarre o kumikata es uno de los pilares del judo y sin su herramienta básica no podemos llevarlo a cabo. Si solo usamos las manos en muchas actividades y, en concreto en el judo, poco haremos, pero sin ellas, es igual lo bien trabajadas que estén otras herramientas, como el cuádriceps, espalda, cabeza, técnica… no somos nada sin nuestras manos. En competición pasamos la mayor parte del combate luchando por los agarres, lo que conlleva un importante desgaste físico.

Es curioso que a menudo, cuando entre judokas hablamos de nuestros achaques, le prestamos poca importancia a las manos, pensamos más en las rodillas, tobillos… y creo que olvidamos que, al igual que l@s profesor@s, actores y actrices, polític@s, senseis, viven de la voz y han de cuidarla, porque sin ella no pueden trabajar, l@s judokas hemos de cuidar las manos. No solo l@s judokas vivimos de las manos, incluso un o una ciclista, que vive de sus piernas, si no puede frenar bien por una lesión de dedo, está limitad@.

Para cuidar nuestra herramienta principal, pienso que así como sí que veo a un actor o una actriz ir al logopeda para cuidar su voz, me cuesta ver a un o una judoka haciéndose la manicura con un profesional.

Pero no olvidemos que las manos son la herramienta y seña de identidad de l@s judokas.

M.Mallo

Judo Club Terras de Santiago              


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