EL DÍA DESPUÉS
Me parece atrevido usar esta frase para relacionar la película “El día después”, que versa sobre un holocausto nuclear durante la guerra fría, con el judo. Pero en el fondo esta reflexión va también sobre el día después a algún evento importante y, en el caso concreto del judo, una competición, un paso de grado, un examen de cinto negro, etc.
Pienso
especialmente más en cuando no obtenemos el resultado deseado que en cuando lo
logramos y, en particular, en cómo manejamos anímicamente la situación.
Me gustaría
diferenciar entre la reacción en caliente en el momento de nuestro “fracaso”,
la gestión del mismo durante el día y el dejar reposar todo por la noche para comenzar
ese verdadero día después.
En caliente, a
menudo nos viene a la cabeza e incluso a la lengua todo tipo de pensamientos
negativos; cualquier sensei con competidor@s habrá podido escuchar: “lo
dejo”, “esto no es lo mío”, “otra vez lo mismo”, “el árbitro”, “estoy hart@ de”
y un largo etcétera. Pensar así o, mejor dicho, exteriorizar nuestra
frustración, puede servir hasta a modo terapéutico.
Por otro lado,
son pensamientos totalmente legítimos, pero su peligro reside en si estas
frases se repiten, por ejemplo, en todas las competiciones. Conozco algún caso
en donde, sea cual sea el resultado, la visión del judoka es negativa y, aunque
generalmente al final conseguimos reconducir la cuestión, me deja siempre
pensativo y trato de buscar cómo lograr evitar esa inercia negativa. Quizás las
pautas de pensamiento del judoka detrás de esta actitud no sean tan lejanas al
famoso “no doy”, cuando no nos
sale una técnica o cualquier cosa, cuando ni siquiera lo hemos intentado o al
menos no las veces necesarias, y lo convertimos en un patrón de conducta o
mismo una filosofía de vida.
Al pasar las
horas, estos pensamientos se suelen ir asentando o disipando según la persona,
y nos pueden llegar a afectar en nuestra cabeza durante todo el día. Parece que
el mundo se acaba, a menudo no encontramos consuelo y nos afianzamos en
nuestros pensamientos negativos.
El otro día en
una conversación entre dos de mis hij@s, el más pequeño le dijo lo siguiente a
la mayor: “ayer le conté a mamá que hoy metería 15 puntos en el partido y metí
3. Así que ya sabes: este mundo hace lo contrario de lo que tú quieres”. Aunque
no deja de ser una gran verdad, ese mismo mundo también nos trae grandes cosas
y hay que tratar de no caer ante los empujones de la vida.
En este sentido,
me encanta la simbología que esconde el muñeco japonés daruma, el cual dada su forma ovoide, a pesar de
balancearse, logra mantener el
equilibrio - podríamos añadir ante las idas y venidas que nos depara la vida.
Por ello, ante un
fracaso pienso que en muchos casos – sin dejar a un lado la reflexión necesaria del porqué -, en lugar de tomar
decisiones en caliente, reaccionar de la misma manera o martirizarnos sin fin,
lo ideal sería poder dejar pasar un tiempo y con el fin de poder pensar y
sentir con más claridad… esperar al día después.
M. Mallo
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